Creo en el encanto de los momentos que consiguen
perdurar en el tiempo, creo en los sueños que se hacen realidad cuando uno
lucha por ellos y en aquellos que mantienen la mente despierta y el corazón en
vilo.
Creo en las sonrisas radiantes que nacen desde lo
más profundo del alma, en las miradas que traspasan y en los abrazos que queman
la piel.
Creo en los besos que se dan sin sentirse obligado.
Creo en las gotas de lluvia que revitalizan la
sangre después de las tormentas y en los rayos de sol que se ocultan detrás de
las nubes negras mostrando una pincelada de esperanza.
Creo en las noches oscuras donde prevalece la luz
resplandeciente de las estrellas y el halo blanco de la luna en todas sus
formas.
Creo en la magia de la palabra impregnada de poesía
que permanece entre los ecos del viento susurrando entre los árboles sin llegar
a desaparecer.
Creo en el significado de una rosa roja imaginaria
posada sobre una lápida real en los días de lágrimas amargas.
Creo en el poder de una vela encendida a tiempo como
símbolo de las cenizas de lo que un día no muy lejano fue un cuerpo, un
corazón, una mente, un alma, unos pensamientos, unos gestos, unos momentos, un
padre.
Me basta una vela encendida, con su candor, su luz y
su magia, para sentir a mis ángeles a mi lado. Porque creo en el poder de la
memoria.
Me basta un montón de recuerdos de instantes y
palabras con los que fabricar sonrisas cuando éstas se me apagan.
Me bastan un montón de fotografías desgastadas y
palabras escritas para no olvidarme de quién soy y de dónde vengo.
No importa si no acudo al cementerio, solo son
cenizas y huesos yermos lo que hay detrás del mármol negro. Para mí, en el
rincón más oscuro de mi corazón, todos los días son días de luto, todas las
campanas tocan a muerto, a mis muertos.
Y cuando todas las cosas no bastan, aún tengo a mi
sangre latiendo enfurecida, sobreviviendo, recordándome que sigo viva, y que
mientras yo esté en pie, ellos seguirán escondidos perdurando entre los
rincones del tiempo.
Y cuando todas las cosas no bastan, aún tengo una
rosa roja tatuada en mi pecho posada sobre unas cenizas ocultas dentro de mi
corazón, para todos los días de difuntos que me quedan por vivir, para todos
los instantes en los que recordar no basta para sonreír, para todos los días de
lágrimas amargas y espesa niebla negra revoloteando entre los resquicios del
alma, para poder conseguir las fuerzas necesarias para caminar y sonreír, para
soñar y luchar, para escribir.
Me basta mi memoria, mi sangre, mi corazón, mi alma,
mis recuerdos, mis sentimientos.
Me basta la luz de una vela encendida que nunca se
apaga.
Me bastan las dos almas de mis ángeles dentro de mi
alma.
Me basta el amor inmortal que no desaparecerá nunca
porque siempre permanecerá dentro de mis venas, cantando alegre, adormecido, como
quiera.
Creo en los sentimientos que nacen desde el corazón.
Me basta sentirme bien conmigo misma, quererme y
saberme guerrera para enfrentarme al mundo, a la vida y a todo lo que me rodea.
No hago daño a nadie. Soy sincera.
Soy lo que no esperan de mí, soy quien quiero ser…
Me basta mi memoria, mi sangre, mi corazón, mi alma,
mis recuerdos, mis sentimientos, mi esencia.
Me basta la luz de una vela encendida que nunca se
apaga.
Me bastan las dos almas de mis ángeles dentro de mi
alma.
Me basta el amor inmortal que no desaparecerá nunca
porque siempre permanecerá dentro de mis venas, cantando alegre, adormecido,
como quiera.