lunes, 27 de febrero de 2012

UNA CAJA DE CERILLAS

Ayer encontré sobre la mesa del salón una pequeña caja blanca decorada con una lluvia de letras sin sentido, cuya tipografía era de diferentes tamaños y colores.

Al abrirla pude comprobar que se trataba de una caja de cerrillas finas. Unas estaban consumidas, otras desprendían lágrimas azabaches y otras permanecían con su cabeza de color granate intacta.

Al vaciar la caja sobre la mesa me encontré con que en el cartón interior había escrita una palabra en tinta roja.

La palabra que brillaba como si tuviese vida propia: SUEÑOS, dejó un nudo en mi garganta.

No pude evitar pensar en todos y cada uno de ellos. Últimamente los había dejado un poco olvidados. Y ellos habían venido para hablar y ser escuchados.

Mi sangre lo presentía…

Al instante una luz cegó mis ojos cerrándolos y su intensidad descendió para dar paso a la oscuridad.

Ante mis retinas comenzó a desfilar un conjunto de imágenes a color y en blanco y negro, que desdibujadas me fueron mostrando mi realidad.

A cada sueño relatado una cerilla se encendía para apagarse una vez consumida segundos después. Había otras que se encendían para no apagarse y permanecían iluminadas sin consumirse, a cada suspiro de su llama desprendían unas pequeñas lágrimas de fuego y cera negra. Y había un gran número de ellas que al ser frotadas sobre el fósforo no encendían, permanecían vírgenes.

Supe entonces que esa caja de cerillas eran todos mis sueños. Los cumplidos, los que aún estaban latentes dentro de mi sangre, y que las cerrillas que no encendían eran aquellos sueños con los que mi corazón aún no había soñado pero que seguro que en un futuro lo haría.

Estaban todos allí, juntos, marcando un antes y un después, describiendo en pocos instantes mis anhelos e ilusiones.

Estaban todos allí, ayudándome a descifrar lo verdaderamente importante. Mostrándome que pasara lo que pasara nunca debía perder de vista esos sueños y anhelos que me hacían ser yo.

Supe que debía atesorar mi caja de sueños para que nadie que no fuese yo la utilizase. Eran mis sueños, y nadie  tenía derecho a tocarlos. Era únicamente yo la que debía decidir si quería compartirlos o vivirlos en soledad.

Era únicamente yo la que debía decidir si valía la pena luchar por ellos.

Decidí que solo las personas más privilegiadas formarían parte de ellos y los vivirían a mi lado. Pero que nadie tendría el valor suficiente para decirme que los dejase a un lado, que no luchase por ellos.

Porque los sueños son los que nos ayudan a tirar hacia adelante junto al amor.

Porque de sueños está lleno nuestro corazón. Porque sueños se desprenden de nuestras pupilas dando sentido a nuestras miradas.

Porque sueños es lo que somos cuando estamos durmiendo y cuando estamos despiertos.

Porque nuestros sueños son los que hacen que la vida al despertar sea un continuo sueño por el que vale la pena luchar.

Porque somos los protagonistas de nuestros sueños y personajes secundarios en los sueños de otros.

Porque todo lo somos está impregnado de sueños.

Sueños. Cerillas latentes y consumidas, cerillas que están por prender, y las que prenderán con el paso del tiempo.

Sueños.

Y todos ellos, guardados dentro de una pequeña caja blanca decorada con una lluvia de letras sin sentido, cuya tipografía era de diferentes tamaños y colores.

Todos mis sueños descritos por letras y refugiados dentro de ellas.


viernes, 17 de febrero de 2012

LAS COSAS QUE NO NOS DIJIMOS

Las cosas que no nos dijimos, las llevo clavadas como espinas en mi corazón.

Y a cada latido pronunciado una gota de sangre se derrama llenando un vaso transparente que se oculta tras mis ojos, un vaso que cuando se ve rebosado comienza a verter pequeñas lágrimas negras.

Las cosas que no nos dijimos me entristecen, me ahogan, me arañan la piel.

Por eso he decidido hoy, gritárselas a este viento tempestuoso que azota despeinando mi alma, enmarañando mis pensamientos, turbando mis sonrisas.

Quizá…entre sus silbidos se deslicen mis letras como gemidos agonizantes impregnados de tristeza, angustia y melancolía, impregnados de ternura, amor infinito y verdades absolutas.

Las cosas que no nos dijimos…las que acallaron los labios y pronunciaron las miradas…las que nunca fueron suspiradas.

No te dije que eras muy importante en mi vida.

No te dije que el día en el que no estuvieses aquí ibas a dejar un vacío enorme en mi corazón.

No te dije que esta vida sin ti ya no sería la misma.

No te dije: “Mil gracias por ser un padre autoritario y protegerme de tantos peligros al marcarme una hora de llegada nocturna”.

No te dije que hubiera preferido mil noches más a tu lado viendo partidos de fútbol antes que tantas noches malgastadas aferrada a un vaso de cristal en la barra de un bar, bebiendo por beber, suspirando por suspirar.

No te dije que para mí eras un ejemplo a seguir, un gran héroe.

No te dije que comencé nuestra novela para que nunca se me olvidara quien fuiste y lo que me habías regalado al nacer, mi libertad.

No te dije que me encantaba ser la niña de papá.

No te dije que me encantaba oírte hablar de tu juventud, sobre tu vida política y tus gamberradas.

No te dije que me maravillaba verte sonreír.

No te dije que me gustaba tanto observarte mientras hacías crucigramas, mientras dibujabas los planos de las casas que construías.

No te dije que en mi corazón soñaba con que tú me construyeses una casa de piedra, con vigas de roble, ventanas talladas y chimenea, y porche acristalado donde sentada en un sofá de mimbre poder escribir mientras la lluvia caía lenta, justo esa que estás construyéndome ahora en nuestros sueños.

No te dije que si un día te pedí que me enseñaras a tallar madera era porque quería aprender lo que a ti te fascinaba.

No te dije cuánto me gustaba que me hicieras burla a mis espaldas y me chincharas, ni cuánto lo iba a echar de menos cuando no estuvieras.

No te dije cuánto me gustaba escuchar tu voz al otro lado del teléfono.

No te dije lo reconfortantes que eran esos abrazos que te daba y que tú nunca contestabas.

No te dije cuánto me gustaban esos besos pedorretas que hacían cosquillas en mis mejillas, y que solo me dabas cuando tenías el día cariñoso.

No te dije cuánto me gustaban tus pellizcos y cerillas en el momento más inesperado.

No te dije que cada vez que escribía y colocaba mal los dedos me acordaba de las collejas que me dabas de pequeña para que aprendiera a hacerlo bien. A ratos sigo escribiendo mal y sonrío al recordar.

No te dije que era un orgullo para mí que me regalases las fotos y los libros que te habían acompañado en tu estantería tantos años, llenos de palabras, humo de tabaco y pensamientos encontrados.

No te dije que era un orgullo para mí llevar tu apellido.

No te dije que te había escrito un relato por tu cumpleaños ni las palabras que lo formaban.

No te dije a tiempo que te iba a recordar siempre y que te iba a querer hasta el día de mi muerte, no llegué para despedirme por mi mala costumbre de dejar el móvil en silencio por las noches.

No te dije tantas cosas, que la huella de esos silencios, me asfixia, me debilita.


Y hoy las grito aquí. Letra a letra, punto a punto, coma a coma; sin estar todas las que son, pero si siendo todas las que están.

Hoy las grito aquí, para que su escozor merme, para que su tristeza no empañe del todo mis pupilas, para que al menos una vez sean pronunciadas…

Las cosas que no nos dijimos, las cosas que no te dije y debería haberte dicho.

Las cosas que no te dije y que seguro que tú ya sabías.


Y con el viento viajarán agonizantes gemidos de palabras impregnadas de tristeza, angustia, melancolía, ternura, amor infinito y verdades absolutas.

Y con el viento viajarán mis silencios…en busca de tus silencios…

Y quizá se encuentren ambos, en nuestros sueños…


*Para el papá de mis ojos.

sábado, 11 de febrero de 2012

MUNDO DESORDENADO

Tengo la sensación de vivir en un mundo desordenado, donde todo camina al revés. Y pensé que habíamos crecido, pero la realidad es que seguimos siendo los mismos.

A cada paso pronunciado me reafirmo en mis ideas.

Viejas nostalgias de logros conseguidos hace tiempo…me escuecen dentro de la sangre. Sangre que camina enfurecida y alocada suspirando canciones en un intento de serenarse.

Viejas nostalgias me escuecen dentro de la sangre y mis ojos lloran en nombre de la libertad. Libertad por la que muchos murieron y que hoy, a cada lamento, vemos mermada y reducida.

Tengo la sensación de vivir en un mundo desordenado, donde lo vivido se olvida fácilmente. Y yo que creí que podríamos seguir creciendo intelectualmente a cada palabra leída, y yo que creí que cada día vivido nos ayudaría a avanzar sin olvidarnos del camino recorrido por nuestros antepasados.

La historia está para aprender de ella, pero hay quien no quiere aprender.

Tengo la sensación de vivir en un mundo desordenado.

No hay muchos pasos adelante.

Son continuos los pasos hacia atrás. Y aquellos hombres que son valientes y deciden caminar, sin importarles las banderas ni las fronteras, aquellos que siguen alzando la voz en nombre de la dignidad, la justicia y los derechos, son apartados del camino. Sus movimientos son silenciados.

Tengo la sensación de vivir en un mundo desordenado.

La corrupción sale airosa, los que roban siguen robando y riéndose de los demás.

Los asesinos no reciben el castigo que deberían, los países grandes se comen a los pequeños, las guerras y atentados se suceden cada día en los telediarios mientras muchas personas pierden su vida sin que nadie les ayude.

Los políticos mienten y juegan con el bienestar de los ciudadanos, imponen sus leyes sin meditaciones creyéndose importantes cuando en realidad no dejan de ser marionetas y bufones de otros personajes.

Los que tienen el poder se siguen llenando los bolsillos, se despilfarra el dinero en campañas electorales, campos de fútbol astronómicos para equipos de regional, pistas de hielo que se deshacen, paneles electrónicos que señalizan el tráfico, autobuses urbanos que nadie utiliza excepto cuando el viaje es gratis, mientras tanto en la misma ciudad, el paro crece, los recursos escasean, las familias malviven, los comedores sociales se ven saturados, porque la realidad es cada día más dura y difícil, pero únicamente para los de siempre.

Tengo la sensación de vivir en un mundo desordenado, donde se malgasta el dinero inexistente en cosas inútiles, donde en vez de ayudar a sobrevivir se explota obligando a malvivir, donde en vez de invertir se recorta creando más desigualdad.

Tengo la sensación de vivir en un mundo desordenado, donde los derechos por los que muchos lucharon se pierden, donde los avances se convierten en cenizas dando paso a pensamientos obsoletos de mentalidades antiguas, donde lo primordial se ve desfavorecido, donde la memoria no hace otra cosa que recordar, donde la justicia parece un mal sueño y la libertad algo que cada día se desvanece como el humo del tabaco.

Tengo la sensación de vivir en un mundo desordenado, donde se camina al revés, donde en vez de dar pasos hacia adelante se retrocede.

Pero eso era quizá algo inevitable, algo que mi corazón y mi mente ya sabían.

Aun así, tengo la sensación de vivir en un mundo desordenado, donde todo camina al revés. Y pensé que habíamos crecido, pero la realidad es que seguimos siendo los mismos.


viernes, 3 de febrero de 2012

COPOS DE ÁNGELES BLANCOS

El cielo comenzó a llorar pequeños copos cristalizados. El frío era tan intenso que a momentos parecía quemar la piel.

Hacía mucho tiempo que por estas tierras no caían pequeños copos. Tanto que ella ni siquiera lo recordaba. Lo único que habían visto sus ojos eran pequeñas pelotitas de granizo que se amontonaban sobre las aceras creando nieve sucia.

Por eso aquellos trocitos de escarcha congelada llamaron enseguida su atención. 

No dudo ni un segundo en abrir la ventana y sacar sus dedos para acariciarlos cuando uno decidió posarse justo en medio del cristal. Al tocarlo se evaporó convirtiéndose en pequeñas gotitas de agua. Sin embargo dentro de su alma algo cambió. 

Aquella adolescente atormentada por recuerdos bañados de tristeza, sintió que una esperanza comenzaba a surgir con fuerza.

Su sangre comenzó a agitarse acelerada. Su piel dejó de estar tan pálida para coger un tono rosáceo. El tono de los vivos, de los que sonríen, de los ilusionados…

Y mirando por la ventana, tocándose sus tatuajes más preciados, miró al cielo. 

Y mientras sus pupilas observaban el dulce aleteo de los copos escarchados, su cuerpo se desperezó y comenzó a bailar simulando ese vaivén taciturno y lento que parecía descifrar la melodía de un tango en silencio. 

Y mientras sus pupilas observaban el dulce aleteo de los copos escarchados sus labios pronunciaron: 

- ¡Parecen fragmentos de seda. Trocitos pequeños de las alas de un ángel blanco!

Y al escuchar el eco de su voz, no pudo evitar sonreír. Porque ella sabía que tenía dos ángeles, dos ángeles que siempre estaban con ella.

- ¡Gracias por espolvorear vuestra pureza y demostrarme que seguís aquí, a mi lado! – gritó en silencio para ella misma, antes de volver a sonreír.

Y apoyada sobre el cristal de la ventana, siguió mirando como los delgados copos de nieve seguían su baile lento desde el cielo hasta llegar al suelo.

Mientras unos se iban fundiendo otros bailaban despreocupados precipitándose entre el viento.

Mientras unos se iban fundiendo…en su alma latía una esperanza. 

La esperanza de congelar los recuerdos bonitos para que durasen toda la vida y evaporar la tristeza de los agrios recuerdos, fundiéndolos gracias a las sonrisas producidas por los buenos. 

- ¡Fragmentos de las alas de ángeles blancos que siguen estando cerca, no estando! – fueron sus últimas palabras.

- Copos escarchados de magia angelical que desprende la naturaleza… - fueron las mías.