lunes, 31 de diciembre de 2012

RETAZOS DE PARIS

LÁMPARA

Alumbrados por la luz de una lámpara laten dos corazones perdidos entre la oscuridad en un salón de cabaret. En un Molino Rojo en la Ciudad del Amor.
Mirándose a los ojos. Hablando sin hablar.

Y tras el eco de la noche umbría la luz de los focos irradia el lugar.
Contagiando ilusión y sueños por cumplir.

Y entre la música del alma se balancean las miradas.
Y las sonrisas brillan, y la tristeza no existe, y la sangre camina exaltada, ardiente de vida.

Dos corazones que se encuentran así mismos al estar unidos, alumbrados por la luz de una lámpara mágica.
 

                                (Lámpara de mesa en el Moulin Rouge. Fotografía de M.G.M.)


ESTRELLAS DE CRISTAL
Y alcé la vista al techo.
Y miles de estrellas de cristal resplandecieron titilantes.

Y toneladas de sonrisas sonrieron unas detrás de otras, sin atropellarse, en silencio.
Y la oscuridad se detuvo, y la luz iluminó mi corazón, y sus latidos temblaron ansiosos por soñar, y mis manos vibraron anhelantes por escribir palabras.
Estrellas, luz, oscuridad, recuerdos, sonrisas, sueños.

Y alcé la vista al techo.
Y miles de estrellas de cristal resplandecieron.

Y la distancia se esfumó convirtiéndose en cercanía del alma.
Porque nunca se está demasiado lejos mientras sigamos sintiendo.

Estrellas de cristal.
Sueños.

Estrellas.
Cristal.


             (Lámpara de cristal en el techo de la entrada del Moulin Rouge. Fotografía de M.G.M.)

 

LABERINTO
Laberinto de pensamientos, ideas enmarañadas, en el lago de mi cerebro.

Letras circulares que retornan al punto de salida sin ser alguien.

Palabras perdidas en espirales.
Frases que se disipan entre las partículas de agua dulce. Salada agonía que me mata.

Y el papel blanco se va tiñendo de acentos inconcretos a cada paso pronunciado, alimentando el camino de la divagación.
Creatividad, imaginación, laberinto de espirales, lamentos a las musas de las fuentes por las palabras que no nacen.
Cercanía, lejanía, piedras, hojas, árboles, agua.
Tic-tac. El tiempo acontece.
Pum-pum. El corazón late.
Frases, palabras, ideas, sueños perdidos en laberínticas espirales circulares.


                                            (Jardin de Versalles. Fotografía de M.G.M.)

domingo, 23 de diciembre de 2012

CARTA A UN ÁNGEL

¡Querido papá!

Hoy cogí una de tus plumas. Abrí una de las tantas libretas que tengo, y en sus hojas marchitas y otoñales comencé a escribir.
Palabras desordenadas, sentimientos desordenados, sin saber muy bien lo que te quería decir.

Con el corazón en la mano -como siempre-, y la sangre hirviendo al sentir, con los ojos encharcados en lágrimas invisibles como siempre que pienso en ti. Invisibles porque desde que te fuiste aprendí a llorar sin ser vista, porque desde que te fuiste me prometí a mí misma que nadie me vería débil, decaída, sin fuerzas.

Tú sabes lo que siento, tú sabes cómo me encuentro. Y sé que me quieres fuerte. Fuerte, rebelde y guerrillera. Al fin y al cabo llevo tu sangre y eso no se puede cambiar. Solo que a veces me cuesta.

Así que un día antes de que comience de nuevo el caos, las caras largas, la tristeza en el alma, las luces de colores que no alumbran, las lágrimas de nostalgia, te quiero pedir…
Que me acompañes a cada suspiro de mis labios como cada día.

Que me ayudes a sentirte cerca de mí, revoloteando, como ese ángel que eres, de alas blancas, cenizas grises y ojos marrones miel.
Que me ayudes a sonreír, a evadir a la tristeza.

Que tú y la abuela nos deis fuerzas para sobrellevar el tiempo, para encontrar la luz entre la oscuridad de la noche, para no perder de vista las estrellas.
Que nos acompañéis, que volváis de nuevo a esa siempre vuestra casa y entre suspiros fríos en la nuca nos hagáis sentir que nunca os habéis ido. Yo no lo necesito porque os siento siempre conmigo, pero hay quienes no pueden ver ni sentir más allá. No tienen tanta imaginación como yo, vuestra pequeña niña.

Que revitalices mi sangre, que descongeles la escarcha que a veces la cristaliza.
Que des cuerda a mi corazón para que no se pare, para que siga disfrutando de lo bueno que me queda, del amor, la compañía de la familia, los amigos en la distancia, los abrazos que no se acaban, los sueños, las ilusiones, las miradas, las palabras…

Que des brillo a mis pupilas y que cuando me mire al espejo sepa encontrar el halo blanco de la luna que me haga recordar que aunque los días puede que oscurezcan el sol siempre acaba por salir de nuevo.
Que me susurres: Nunca llueve eternamente.

Que me ayudes a percibir ese leve cosquilleo en mi pecho, bajo mi rosa roja. Y que cuando acaricie su silueta sepa que tú sabes el porqué está justo ahí.
Que me hables en sueños.

Que me sigas protegiendo.
Que te siga sintiendo como a cada segundo de mi vida, pero en estos días con más vitalidad.

Como cada día, como cada noche, como a cada latido de mi corazón.
Soy egoísta, lo sé, solo pienso en mí. Sin embargo no solo te lo pido de nuevo, sino que te lo imploro, porque a veces las fuerzas me flaquean.

Será cosa de confianza, será porque sé que no me lo puedes negar, será porque sé que siempre cumplías lo que prometías, como hombre de palabra.
Tus no era un no, pero los silencios podían convertirse en una afirmación. Y ahora hay mucho silencio.

Y un día me prometiste, aunque fuese en sueños, que siempre estarías conmigo. Me repetiste las mismas palabras que yo te había dicho entre lágrimas en esa tarde de verano. Y no me importa Freud, no me importa que mis creencias me digan que no hay nada.
Hay cenizas tras una lápida, hay energía, polvo de estrellas, tu sangre dentro de mi sangre, y con eso me basta.
Me basta para mirar una fotografía, cerrar los ojos y sentir que nos abrazamos de nuevo.

Me basta creer que estás conmigo para saber que lo estás. Los dos lo estáis. Y eso me ayuda a respirar hondo, borrar las lágrimas, levantar el puño, escribir palabras y seguir caminando hacia adelante.
Pero por si acaso la tristeza del invierno me hace tambalearme, por si acaso la nostalgia me debilita, si por algún motivo doy un paso hacia atrás…

¡Empújame, papá!
Un abrazo muy grande de tu niña, que te ama, te piensa, te recuerda, a pesar de la distancia. En mi corazón nunca habrá distancia.

Mil besos rojos como la sangre, Rebeca.

domingo, 2 de diciembre de 2012

AL MÁS ALLÁ

Silencio.

Las palabras enmudecen y el papel sigue intacto. En blanco. Sin tinta roja que lo llene de vida. De muerte.

Llantos desgarrados produce mi alma. Invisibles. Insonoros. La luna altiva me espía desde su trono magistral, sonriendo a carcajadas que penetran mis sentidos haciéndome estremecer. Tiemblo, pero no sirve de nada.

La lluvia que se desliza por el cristal parece llorar por mí y sin embargo sé que estoy sola. Yo soy mi única compañía. Las lágrimas que llevo dentro desean salir, pero no quiero. Trago saliva, respiro, aprieto los dientes, respiro.

Hace tiempo que aprendí a llorar sin hacerlo. Así nadie lo ve. Así nadie se siente triste. Y mientras tanto yo puedo vaciar este mar que me ahoga a cada latido.

Entonces unas pequeñas palabras en forma de canción surgen de la nada, tararean su propia melodía en mi cabeza. Quiero cantar, gritar, dejarme llevar, pero apenas logro susurrarlas…

Llévame contigo al más allá, pues aquí no dejo de llorar,
llévame a otra realidad, no quiero despertar.
Junto a ti por fin podré olvidar, que la pena siempre fue mi hogar,
llévame, no puedo respirar, quiero tenerte junto a mí
.”


Necesito sentir. Necesito escribir. Necesito tintar el papel blanco del color de la sangre que me da la vida, y que a cada gota derramada me hace morir un poco más, para después renacer.

Porque muero en cada letra, en cada sentimiento. Es algo inevitable. Porque todo ser humano a cada segundo muere un poco más. Lo único que sucede es que no todos se dan cuenta.

Yo, intento convertir mis alientos de muerte en palabras, que queden aquí cuando yo no esté. Porque esas palabras de sentimientos muertos son las mismas que me dan fuerza y vida al releerlas. Ese pedacito de mí que al ser leído cobra vida de nuevo.

Necesito escribir. Necesito sentir. Necesito tintar de tinta roja la página en blanco de mi vida. Para darme cuenta de que estoy viva. 

Y la luna me lanza sus miradas furtivas, y la lluvia líquida y transparente se suicida por el cristal, y una pequeña y fría cuchilla de afeitar zigzaguea sobre mi piel, como el arco de un violón invisible ayudando a nacer una nueva melodía. Así ha sido siempre y así siempre será. Aunque nadie lo vea. 

Y me desangro, gota a gota, palabra a palabra, mientras la espesa sangre carmesí tiñe de rojo el agua caliente, llenando de vida mi propia muerte. 

Y de mi muñeca se resbalan pequeñas gotitas encarnadas, y sobre el suelo una pequeña libreta de hojas blancas e intactas, comienza a emborronarse de palabras desdibujadas, que dicen todo, sin decir nada.

Porque ya no necesito hacer realidad una imagen para vivirla.

Porque me basta cerrar los ojos para darla vida y sentirla igual que si fuese real.

Porque a veces la lluvia no empapa, no acompaña, y la luna espía y no da brillo, pero yo me siento resplandecer entre la niebla.

Porque a veces la oscuridad es eterna y entre su umbrío manto te encuentro a mi lado, llevándome al más allá, abrazándome, susurrándome que todo irá bien, que mis tristezas se esfumarán. Dices: “Solo es un mal día, pequeña”.

Y entonces una canción surge de la nada, y no puedo evitar tararearla, cantarla, gritarla: 

“Llévame contigo al más allá, pues aquí no dejo de llorar,
llévame a otra realidad, no quiero despertar.
Junto a ti por fin podré olvidar, que la pena siempre fue mi hogar,
llévame, no puedo respirar, quiero tenerte junto a mí
.”

Y sé que estoy en el más allá, y que tú estás aquí, conmigo, en el más acá. Y sonrío.

Al igual que cuando lloro y nadie lo ve. Con sonrisas invisibles, insonoras.

Tú me ayudas a desangrarme, tú curas mis heridas, mis tristezas…

Y con tus alas blancas sobrevuelas mi corazón, lo acunas, lo proteges a cada latido, lo ayudas a renacer.



*Porque a veces la tristeza me gana el pulso pero no la batalla, y gracias a mi sangre derramada vuelvo a sentirme viva otra vez, porque solo escribiendo soy quien quiero ser. Porque solo escribiendo tengo lo que quiero tener. Porque solo escribiendo las penas enmudecen y las sonrisas aparecen cuando la lluvia es demasiado fuerte y no acompaña.

**Fragmento en cursiva extraido de la canción "El libro de las sombras" del grupo: "MÄGO DE OZ".
Composición: Txus di Fellatio.